martes, 13 de noviembre de 2007


13 de noviembre de 2007
Esta mañana he madrugado mucho. Los primeros cinco segundos han sido de pereza extrema. Después, me ha gustado hasta el frío de salir de la cama y he empezado a vestirme; tenía prisa por empezar el día, por invertir las horas en algo productivo, por sentirme útil y responsable.
Ahora, tengo prisa por perder el tiempo. Perderlo porque ya es eso desde el momento en que no estoy contigo. Perderlo porque si no están tus manos para las mías, no quiero caminos, ni productividad ni nada.
Tengo retos en las neuronas, tengo ilusiones, proyectos rondándome, motivaciones que me llevan más allá. Todo te lo cargas. Todo lo envías a la mierda. Porque nada de eso tiene sentido si yo no puedo ser yo del todo. Si no estás para explicarte mis sueños, para sonreír contigo, para explicártelo todo, prefiero no tener ninguna aspiración.
No debí madrugar tanto esta mañana.
Debí ronearme esos cinco minutos en la cama. Esos cinco que siempre se transforman en veinte. Esos que me sirven para terminar durmiéndome, para ir todo el día con la prisa metida en los talones. De esa forma, no hubiera pensado tanto y, al final, en contra de los prejuicios prefabricados, mi día hubiese sido realmente productivo.
MI DÍA HABRÍA SIDO PARA MÍ Y NO TAN TUYO.

No hay comentarios: