lunes, 14 de abril de 2008

De mantequilla y mermelada


Las farolas son lágrimas invertidas, cosidas del revés. Son huellas de un asfalto llorón y quejica. Primogénito de la vida moderna. Hay carteles publicitarios que se burlan de esas farolas. Carteles ostentosos, magnánimos y soberbios que se enorgullecen de su "ser más que". No comprenden la belleza de lo sencillo. Ni tan sólo necesitan comprenderlo.

Quisiera ver en ese llanto primerizo una raíz de esa tierra primitiva.

Quisiera poder salvar distancias, no entristecerme con ellas. Porque una salvación es, a ratitos, sinónimo de victoria.

Se esconde algo de poesía y rima en ese paisaje urbano. Poesía por composición. Rima por ritmo.

Pero desearía que nadie pudiera verlo, reservarlo egoístamente para ti, como un inabarcable tesoro.

Te he pensado mientras escuchaba con ojos cerrados el gimoteo de las carreteras. Y has cortado implacable tanto lloriqueo. Una vez más demostrando tu poder no ya sobre este universo inexplicablemente en equilibrio, sino sobre mi diminuto cosmos de mantequilla y mermelada.

En ese momento, he reseguido mis venas con rotulador azul y ahora no soy más que un mapa, empeñada en que no dejes de encontrarme.

Encontrarme aunque sea invertida como esas farolitas. Que al fin y al nudo y al cabo yo también mantengo esas luces.

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