Me gusta hacerte pensar que ya no me gustas.
Verte preocupado, nervioso, convertido en una máquina tragauñas.
Verme nadando en el mar de la tranquilidad y el poder que otorga el control.
Cambiar mi gesto y mi actitud y mi semblante y todo de repente, in situ.
Y entender que tú no entiendes nada.
Disfruto con ese juego perverso.
Yo no puedo confesártelo, porque perdería valor mi sonrisa a escondidas.
A veces me siento en el metro y empiezo a leer, pero no puedo. Intento concentrarme en ello, pero resulta en vano: no dejo de pensar en tus cejas arqueadas y preocupadas.
Me encanta decirte adiós con propiedad, para que pienses que no vamos a vernos más.
Llámale a todo esto "Impuesto sobre la Renta de Inseguridad Total". Para entendernos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario