martes, 19 de agosto de 2008

Recuerda su vida antes de nacer... ¿o eso no es vida todavía?


Ella era del tipo de chicas que sólo dejaba dos opciones: podías adorarla toda entera u odiarla a rabiar de la misma forma. Punto de inflexión a la hora de llegar a un acuerdo.
La conocí en el Parque del Retiro de Madrid. A mí no me gusta Madrid, pero sí me hechiza ese parque. Puede ser muchas cosas menos un parque: un rincón, una pista de aterrizaje de emociones, un colchón de eventos inesperados...
Se sentó a mi lado. Giré ligeramente la cabeza al notarla tan cerca de mí, le miré a la cara y le sonreí, de forma conciliadora. Al contrario de lo que yo esperaba, no me devolvió la sonrisa. En ese momento me sentí idiota. Me hizo sentir idiota. Idiotamente educada.
"Qué simpática" - pensé yo, irónica.
Tampoco me saludó ni me dijo su nombre. Empecé a mirarla de reojo. Me encanta mirar de reojo.
Una colección de al menos diez pulseras hippies en cada muñeca y una tobillera con cascabeles.
"Muy alternativa".
Una apariencia de niña de ventitantos de esas que, cuanto más despeinadas, más bonitas.
Sin maquillar, con chanclas de playa y dos ojos verdes enormes, que despertaron mi envidia. No puedo decir envidia sana porque mi discreta opinión es que la envidia nunca puede ser sana...
Pero este es otro capítulo, no quiero desviarme mucho más del tema.
Disfruté como una loca hablando con aquella desconocida. Más bien escuchando, porque yo apenas dije nada.
- Yo no soy como tú. Sé de dónde vengo. Conozco más de lo que me gustaría. Recuerdo estar en el vientre de mi madre. Recuerdo los nutrientes, los olores, los colores, el ambiente, la textura, la paz. Recuerdo las paredes, mis ganas de salir, mi miedo por lo mismo. No olvido porque si yo no hubiera sido consciente, no habría nacido. Fui partícipe porque así lo decidí. ¿Tú recuerdas aquello?
- Por supuesto que no - contesté yo. Y contra todo pronóstico, no me asustaron sus palabras. No era una loca ni una borracha ni nada por el estilo. Sabía lo que decía. Yo estaba convencida. Le pregunté su nombre.
- Me llamo Tierra. Tú esperabas más de ti. Yo también de vosotros.

Y entonces y sólo entonces, me sonrió.

No hay comentarios: