miércoles, 26 de diciembre de 2007

La mala de la película


Lo pienso y es innegable: disfruto siendo la mala de la película. Es como la manía de hacerme daño para sentir que soy capaz de sentir. Soy más persona cuando me compadezco de mí misma. Cuando me esfuerzo en mantener mi papel. Cuando me meto tanto en el personaje, que llega a absorberme. Es como cuando los problemas no se solucionan ni las cosas van a mejor, pero tú sí vas a mejor porque vas cambiando la forma de enfocar las derrotas.
Créeme si te digo que hay cosas a la que nunca llegas a acostumbrarte. Aunque te empeñes en decir lo contrario.
Soy la mala, la que se equivoca, la que erra a propósito, la que necesita hacerse notar, la que se obceca con evitar ser feliz. Y no lo digo para parecerte interesante, diferente u original. Cuanto menos, para caer en el victimismo que busca recompensa de consolación.
Sólo te lo digo para que sepas que disfruto. Para que no me escuches, ni me leas, ni me pienses.
La paradoja del mentiroso que dice la verdad. ¿O miento ahora?

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